La Biblia desde el siglo XXI

''Por tus frutos te conocerás''

03.05.2012 00:00

Hace poco escuché la entrevista que hacía Julia Otero de "Onda Cero" a Manuel Pimentel a propósito de su última novela, "El decálogo del caminante". Me gustó su enfoque sobre la necesaria coherencia entre lo que creemos ser y lo que otros creen que somos. Así que comencé a escribir un post que titulé inicialmente así: "El buen criterio (bíblico) de Pimentel", con paréntesis incluidos. Pero tras avanzar la redacción y meditar el contenido, me pareció más oportuno el que finalmente habéis leído en el titular: "Por tus frutos te conocerás"

No es que haya cambiado de opinión respecto al criterio de Pimentel. No. Pero a lo que declara en la entrevista se le pueden contraponer matizaciones que potencian su conclusión hacia un sentido más personal y práctico.

Antes de continuar os propongo que escuchéis un pequeño extracto de la entrevista, justo donde explica su punto de vista sobre esta cuestión:

Paso ahora a sintetizar el punto de vista de Pimentel:

  1. De cada ser humano emanan dos imágenes: la que nos hacemos de nosotros mismos ("la persona") y la que hacen los demás acerca de nosotros ("el personaje").
  2. Aunque nunca coinciden ambas imágenes, lo adecuado es aspirar a la coherencia entre ambas. (Pero,... ¿cual de las imágenes es más real?)
  3. Según Pimentel es mucho más real el personaje que los demás ven que la persona que nosotros mismos nos consideramos.

En todo esto estoy de acuerdo. ¿Como no? Pimentel fundamenta su opinión en la Biblia, citando a Jesús cuando dijo "Por sus frutos los conoceréis" (Mateo 7:16). Jesús lo dijo en un contexto muy concreto, pero la aplicación que hace Pimentel al juicio de la persona en función de sus actos es muy acertada. Y en el fondo, en el terreno práctico y concreto, socialmente, ¿qué somos, sino el conjunto de nuestros actos; nuestras obras, nuestros frutos? Todo lo demás son sólo... "buenas intenciones".

Hemos de reconocer que esa "auto imagen" que nos creamos proviene mas bien de lo que "pensamos" de nosotros y no tanto de lo que observamos  en nuestros actos. Si a esto añadimos que en esos escasos momentos cuando nos juzgamos en función de nuestros actos somos tanto juez como parte interesada, es fácil entender que la benevolencia y autojustificación primen sobre la objetiva apreciación de la realidad. Proclamamos con asiduidad  las "buenas intenciones" que teníamos y nos excusamos con vehemencia por los "imponderables que impidieron su realización".

Pero chicos, "obras son amores y no buenas intenciones".  Y es en este sentido que lo importante son los actos y no las intenciones. Es más, aunque los que nos rodean fuesen capaces de "visualizar" esas buenas intenciones, ¿de qué sirven si no cuajan en hechos concretos? Nunca serán consideradas realidades mientras permanezcan en el limbo de las intenciones.

Así, pues, comparto la opinión de Pimentel de que el personaje que observan los demás en nosotros es más real que la persona que nos imaginamos ser. Ellos se basan en hechos, mientras que nosotros nos basamos en ideas e intenciones.

 

Ahora bien, y aquí empiezan las matizaciones. El hecho de que sea más real el personaje que ven los demás tampoco debe "sacralizar" la imagen que ellos difundan de nosotros. Porque ¿qué imagen trasmitirán ellos? Evidentemente no una, sino varias; y en muchas ocasiones contradictorias. Respecto a una misma persona raramente coincidirá el personaje observado por un de sus subordinado con el observado por su propio jefe. Lo mismo podríamos decir de las diferencias observados por clientes y proveedores; amigos y enemigos, etc.

Bien dice Pimentel que el personaje que ven los demás es "MAS" real, lo cual implica que tampoco ese personaje que los otros ven es lo que realmente somos. Para que los demás pudiesen apreciar todo lo que somos tendrían que ser testigos de todos nuestros actos y compartir todos nuestros escenarios. ¿Pero quien puede presenciar todos nuestros actos y compartir todos nuestros escenarios?  Nadie.  Bueno, nadie, no.

Dejando a Dios aparte, hay alguien que sí está presente en todos nuestros escenarios contemplando todos nuestros actos. Ésta es la única persona en condiciones de hacerse una imagen acertada de lo que realmente somos y de lo que posiblemente seríamos capaces de ser.

"Lamentablemente" ese testigo privilegiado somos "nosotros mismos". Y digo "lamentablemente" porque, como bien puntualiza Pimentel, en vez de fijarnos en la realidad de nuestros actos tendemos a consolarnos con la irrealidad de nuestras intenciones y a excusarnos con letanías de imponderables que abortan esas esplendidas intenciones. Algo se precisa para que el testigo privilegiado de todos nuestros actos esté en condiciones de conocer la realidad de nuestra persona.

Y aquí viene a colación el cambio de titular:  "Por tus frutos te conocerás".

Por los frutos podemos conocer a los lobos rapaces que se visten de ovejas, como decía Jesús (Mateo 7:15,16). Por los hechos podemos conocer a los que nos rodean, como dice Pimentel. Así, pues, ¿porqué no conocernos a nosotros mismos exclusivamente por nuestros frutos o hechos y no por nuestras ideas o intenciones?

 

También habla Pimentel de coherencia entre persona y personaje, lo cual es tanto como hablar de coherencia entre esas ideas sobre las que edificamos nuestro concepto de lo que somos y las obras prácticas que pueden contemplar los demás. Y en esto también recoge Pimentel el espíritu bíblico. Lee por ejemplo Santiago 1:22-25, o Romanos 2:131ª Pedro 1:15, o Santiago 2:18, o...  

Pues bien, esa coherencia sólo se puede producir si la referencia que tenemos de nosotros mismos se basa en los hechos que realmente realizamos y no en las ideas e intenciones que íntimamente albergamos.

Así, pues, tengamos una apreciación realista de nosotros mismos juzgándonos por nuestras obras y no por nuestras ideas e intenciones. Ese es el primer paso para que converja nuestra persona con los personajes que de nosotros observan los demás. Y claro, detrás viene el segundo paso: corregir el comportamiento para que éste se adecue a la intención, que siendo bibliáfilos, supongo será buena.

Una confesión antes de finalizar: Tras publicar este post y dejar pasar unos días, lo releeré para aplicármelo a mí mismo.

 

Nota: Esta es la página donde podrás oír todo el programa de Julia en la Onda, incluida la totalidad de la entrevista a Manuel Pimentel

 

 

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