La Biblia desde el siglo XXI

El milagro de engendrar lo antes imposible

14.04.2018 00:00
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En todos los posts anteriores sobre el tema de los milagros he dado por sentado que las intervenciones divinas no solo no tienen por qué ir contra las leyes naturales o suceder al margen de ellas, sino que lo normal es que sucedan de acuerdo a ellas.  En este sentido, gran parte de lo que he venido escribiendo han sido críticas a la generalizada idea de que cuando un fenómeno puede explicarse según las leyes naturales, ya no se considera milagro y se descarta toda posible intervención divina.

De hecho, cuando más desconfío yo de los relatos sobre milagros es justamente cuando estos se presentan como contrarios las leyes naturales. Aunque no descarto de forma radical esta posibilidad, soy de la opinión de que la Inteligencia suprema no precisa realizar actuaciones "mágicas" y espectaculares, sino conducir los acontecimientos naturales de forma adecuada a los fines previstos. Algo así como hizo para la creación del mundo: ponerlo en marcha, y vigilar que las cosas sucediesen según sus previsiones (lee aquí). Ahí es donde yo encuentro el "marchamo" de autenticidad de los milagros. No en la espectacularidad o en la consecución de acontecimientos imposibles dentro del marco de las leyes naturales; sino en los indicios de coordinación sobrehumana de esas leyes para que los sucesos ocurran en la forma y tiempos adecuados para que se cumpla la voluntad divina. Es lo que en el anteriores post he llamado el "factor de oportunidad" (lee el post anterior).

Pero...

Pero hay un importantísimo matiz que debo aclarar.

 

Engendrando lo antes imposible

Y es que sin contradecirme con lo hasta ahora expuesto, también estoy convencido de que Dios ha realizado intervenciones al margen de las leyes naturales (fíjate que utilizo el tiempo en pasado). Y no me refiero a esos casos que, ya he mencionado que no descarto y que realmente puedan suceder violando o ignorando las leyes de la naturaleza conocidas de forma ocasional y "excepcional", sean en el pasado, presente o futuro.

Me refiero a casos que pudiendo ser imposibles conforme a las leyes naturales hasta el momento en que se produjeron, dejaron de ser imposibles a partir de entonces. Es decir: que el mismo acontecimiento hasta entonces imposible provocó un cambio en el comportamiento de la naturaleza que posibilitó la repetición de fenómenos similares.

Entiendo que esto que digo es difícil de aceptar, porque desde nuestra óptica actual ("al final de la historia") no podemos calificar dichos acontecimientos como sucesos fuera del orden natural. Hoy día todos nuestros análisis concluirán que son explicables. Sí, pero no debemos olvidar que esos acontecimientos sólo son conformes respecto al conocimiento que tenemos de la naturaleza física tal cual se comporta actualmente; conocimiento adquirido en fechas posteriores al posible cambio en su forma de proceder.

El problema radica en la imposibilidad de analizar los acontecimientos fuera de nuestra perspectiva temporal, que está justo al final de toda la historia ya transcurrida hasta el presente. Por eso, nuestras referencias son siempre "actuales". Ignoramos las "circunstancias naturales" de hace milenios. Cierto que hay ámbitos de la ciencia que tratan de aclararnos como "funcionaba la naturaleza en el pasado". Pero siempre se ubica ese pasado en una remotísima lejanía, cuando aún estaba el universo conformándose.

 

El universo cambiante

Si nos paramos un poco a reflexionar, en buena lógica nos damos cuenta que no siempre la naturaleza se comportó igual que ahora.

Por ejemplo: Hace unos 4600 millones de años, en la naturaleza no se conocía la lluvia. Supongo que no me lo discutirás si te aclaro que antes de ese tiempo la tierra aún no existía, por lo que difícilmente podría llover sobre una superficie terrestre inexistente. 

Pero es que más recientemente, con la tierra ya dando vueltas alrededor del sol, tampoco llovía en la superficie terrestre. Debieron pasar muchos millones de años hasta que se enfrió la superficie, se decantaron y aglomeraron los elementos más pesados, la actividad volcánica expulsó suficientes elementos gaseosos (incluida el agua, en forma de vapor), el vapor se condensó en agua líquida y comenzó a precipitarse sobre la superficie. Y una vez bien diferenciadas la hidrósfera de la atmósfera, la actividad solar inició los ciclos recurrentes de evaporación, condensación y lluvia.

Con esta óptica podemos entender que sucesos extraordinarios en una época sí se considerasen milagros, pero que una vez integrados en la dinámica de los ciclos naturales pasasen a ser fenómenos cotidianos. La cuestión es si la primera aparición del fenómeno fue casual o intencional (... o, quizás, programada). La misma cuestión que se plantea con el origen del universo: casualidad o intencionalidad de una Inteligencia Suprema.

Quizás te parezca exagerado poner al mismo nivel acontecimientos de hace cientos de miles de años con sucesos narrados solo hace unos pocos milenios. Pero ten en cuenta que el repertorio de sucesos incluidos en la Biblia también se incluyen acontecimientos muy anteriores a las fechas de sus registros. Y bueno, ¿porqué poner coto a la creatividad, sea de la divinidad, o de la “azarosidad”?

 

Cambios referidos en la Biblia

Veamos algunos ejemplos de casos recogidos en la Biblia:

Las primeras lluvias.

Evidentemente, ningún ser humano había en la tierra para ser testigo del extraordinario acontecimiento: la primera lluvia caída del cielo. Es más, ni siquiera los animales ni las plantas (Génesis 2:5). Pero algún ser con intelecto lo refirió posteriormente a los humanos, pues el amanuense del Génesis nos cuenta que:

"Estos son los orígenes de los cielos y de la tierra cuando fueron creados, el día que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos, y toda planta del campo antes que fuese en la tierra, y toda hierba del campo antes que naciese; porque Jehová Dios aún no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre para que labrase la tierra, sino que subía de la tierra un vapor, el cual regaba toda la faz de la tierra". (Génesis 2:4-6)

¿Fue un acontecimiento aleatorio el que en la tierra comenzasen las precipitaciones acuosas, o respondía a un plan diseñado por voluntad con intenciones concretas? ¿Podría haberse desarrollado la vida sin el fenómeno meteorológico de la lluvia? ¿Hubiese sido posible su desarrollo solamente con el riego mediante ese vapor que subía de la tierra? ¿Tendrán que ver las condiciones de cercanía al Sol con el hecho de que para que la vida se desarrollase hasta la conciencia humana en toda la superficie del planeta fuese precisó que ese vapor se elevase lo suficiente en la atmósfera para que los vientos lo desplazasen a zonas no costeras pudiendo así irrigar amplias zonas de la superficie terrestre? ¿No te parece que todo esto evoca mucho al "Principio Antrópico"?

El primer arco iris.

La Biblia nos cuenta que se vio por primera vez tras el diluvio:

Y dijo Dios: Esta es la señal del pacto que yo establezco entre mí y vosotros y todo ser viviente que está con vosotros, por siglos perpetuos:  Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto entre mí y la tierra”. (Génesis 9:12,13)

Evidentemente Noé y su familia lo consideraron intervención divina; porque así se lo revelaron, y porque parece ser que era novedad en sus experiencias. La cuestión es: ¿Ya se producía antes ese fenómeno, o realmente comenzaron a verse arcos iris a partir de entonces? ¿La ley de refracción de la luz comenzó entonces, o fue la dispersión molecular del agua la que hasta entonces no se había producido? Y una cuestión aún más embrollada: ¿Tendría que ver este primer acontecimiento con el que antes hemos mencionado, la aparición de las primeras lluvias en la superficie terrestre?  Porque evidentemente, antes de las primeras lluvias imposible era la aparición del Arco Iris. (Es curioso cómo Génesis 7:11 describe el inicio del diluvio “… aquel día fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas”).

La "conversión de agua en sangre”.

Una síntesis de esta plaga la podemos leer en Éxodo 6:20,21:

Y Moisés y Aarón hicieron como Jehová lo mandó; y alzando la vara golpeó las aguas que había en el río, en presencia de Faraón y de sus siervos; y todas las aguas que había en el río se convirtieron en sangre. Asimismo, los peces que había en el río murieron; y el río se corrompió, tanto que los egipcios no podían beber de él. Y hubo sangre por toda la tierra de Egipto”.

La explicación que actualmente se da al fenómeno que inició la serie de plagas padecidas por el pueblo egipcio antes de que su faraón decidiera la libertad del pueblo hebreo nada tiene de mágico. Escribe abc.es:

"... Obviamente, no se trata de sangre, sino de un aspecto rojizo de las aguas provocado por un alga tóxica de agua dulce. La Oscillatoria rubescens, conocida como alga Sangre Borgoña, tiene una antigüedad de al menos 3.000 años y sigue provocando los mismos efectos en la actualidad. Cuando muere, tiñe el agua de rojo".

Cuando leí la noticia me llamó la atención la edad que estimaban para esa alga: 3000 años. Habida cuenta que los expertos datan el Éxodo en algo más de 3 milenios, pensé: "Vaya coincidencia, justo cuando Moisés necesitaba impresionar a Faraón para que dejara marchar al pueblo hebreo, comienza la Oscillatoria rubescens a enturbiar aguas de rojo". ¿Sería una casualidad, o era la Inteligencia Suprema adaptando el proceso evolutivo para que se cumpliesen sus propósitos?

El maná.

Ya hemos comentado el contraste entre la sorpresa inicial de los primeros Israelitas que vieron llover maná para su alimentación y la indiferencia para ellos mismos y sus descendientes, una vez que el "rocío alimenticio" se convirtió en rutina diaria. Así, pues, antes de la primera manifestación del maná que vieron los hebreos liberados de Egipto, parece ser que el fenómeno no se producía; aunque al menos durante los 40 años posteriores sí se estuvo produciendo 6 días por semana.

Actualmente circulan diversas conjeturas sobre cuál podría ser el origen de aquel rocío alimenticio. Por ejemplo:  algunos especulan con la posibilidad de que lo que recibían los hebreos no era más que la resina de una especie de tamarisco (no confundir con el tamarindo) abundante por la zona cuyo fruto tienen características que le hacen buen candidato para ser el maná. Pero otros rebaten esa posibilidad alegando que no podría ser, puesto que esa resina básicamente se compone de azúcares, los cuales no permitirían una alimentación completa en nutrientes. Sea o no posible, traigo a colación esta conjetura del tamarisco para destacar que la alimentación proporcionada a los hebreos sí fue lo suficientemente completa como para mantenerlos vivos durante los 40 años de peregrinación y lo suficientemente vigorosos como para que pudiesen conquistar la tierra prometida tras finalizar la peregrinación. Y es que además de los hidratos que les aportaba el maná, no hay que olvidar que también se les proveía de carne. Podemos leer en Éxodo 16:11-15:

Y Jehová habló a Moisés, diciendo: Yo he oído las murmuraciones de los hijos de Israel; háblales, diciendo: Entre las dos tardes comeréis carne, y por la mañana os hartaréis de pan, y sabréis que yo soy Jehová vuestro Dios. Y venida la tarde subieron codornices que cubrieron el real; y a la mañana descendió rocío en derredor del real.  Y como el rocío cesó de descender, he aquí sobre la haz del desierto una cosa menuda, redonda, menuda como una helada sobre la tierra. Y viéndolo los hijos de Israel, se dijeron unos a otros: ¿Qué es esto? porque no sabían qué era. Entonces Moisés les dijo: Es el pan que Jehová os da para comer.

Así, pues, por falta de proteínas no quedarían desnutridos.

También han propuestos otros candidatos a maná, que podéis leer en este enlace de elcorreo.com.

Al igual que en los anteriores casos, todas esas especulaciones son posibles hoy día, “a toro pasado”, que diría un castizo. ¿Pero cómo estaban las condiciones naturales en aquel tiempo, cuando los hebreos por primera voz quedaron pasmados ante el roció alimenticio de cada mañana? (salvo los sábados, para enredar más el asunto).

Pero bueno, admitamos que los hebreos se sintiesen sorprendido simplemente por lo novedoso para ellos de que del cielo cayesen alimentos y no porque nunca antes se hubiese dado un proceso tal que posibilitara roció alimenticio. En este caso, los especuladores que buscan desprestigiar una posible intencionalidad inteligente tras el fenómeno maná, tendrían que explicar también el factor de oportunidad subyacente en el acontecimiento. Porque ya es mucha casualidad que durante 40 los tamarices (o cualquiera de las otras alternativas consideradas) no sólo produjesen suficiente alimento para toda la población hebrea, sino que además éste alimento fuese transportado por los vientos a los diversos lugares por donde deambulaban los hebreos.

Y la última posibilidad que queda para descartar la intervención sobrehumana en la historia del maná es considerar que los relatos sean falsos. Pues bien, esta última posibilidad queda descartada por los mismos que buscan una explicación naturalista (en este sentido). Porque... ¿Qué sentido tiene buscar explicación para un relato falso?

Resumiendo...

Sin descartar las intervenciones divinas totalmente ajenas al orden natural, ya he expuesto mi convicción de que “lo normal” es que Dios actúe de acuerdo a ese orden. Por eso considero absurdo descartar la intervención de la Inteligencia Suprema cuando somos capaces de explicar un fenómeno de acuerdo a las leyes naturales. En su lugar, debiera ser el factor de oportunidad el que nos guiara a la hora de analizar si un acontecimiento es el resultado de una voluntad inteligente que lo provoca. De esto último trató el anterior post.

Lo que he pretendido con el actual es abrir la mente a posibles intervenciones divinas al margen de las leyes naturales. Pero no como intervenciones excepcionales, sino más bien como intervenciones engendradoras de nuevas formas de comportamiento de la naturaleza. Al fin y al cabo, la creación, según la misma Biblia, no fue más que una serie de intervenciones del Creador engendrando nuevos escenarios de desarrollo evolutivo. Por eso leemos en Génesis que Dios ordenaba, su creación obedecía, Él supervisaba, y volvía a ordenar (Lee Génesis 1,  y también aquí).

 

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